Arlette Pichardo Muñiz
5 min readSep 4, 2019

Cuando leo “Muere Manfred Max-Neef”.

Por: Arlette Pichardo Muñiz

Conocí de la existencia de Manfred Max-Neef poco tiempo después que publicara por primera vez su libro La Economía Descalza.

A principios de la década de 1990 empecé a estudiar su obra en profundidad, por inspiración del colega Álvaro Fernández quien trajo a la mesa de trabajo las matrices del “ser”, “tener”, “hacer” y “estar”. En aquel momento, el espacio de la agenda académica lo ocupaba un tema hoy prácticamente venido a menos: el desarrollo alternativo.

En el interludio mi buen amigo Guillermo García-Huidobro me adentró en el conocimiento del autor como persona. Me contó que tocaba piano, que de joven había dejado de lado una prometedora carrera en la Shell, que formaba parte del movimiento el OTRO Desarrollo, en palabras del maestro Schumaker, “como si la gente importadora”.

Años después puede corroborar sus virtudes académicas y humanas cuando en forma solidaria me brindó apoyo en mis estudios de calidad de vida, durante su ejercicio como Rector de la Universidad Austral de Chile.

Premio Nobel Alternativo de Economía, “por revitalizar las comunidades pequeñas y medianas, impulsando la auto confianza y reforzando las raíces del pueblo”, Max- Neef señala que la economía se fortalece en los niveles locales y regionales, pues es ahí donde la gente realmente está, sin caer en el deslumbramiento con el gigantismo y con lo macro como fines supremos.

Con el producto del premio crea el Centro de Estudios para Asuntos Urbanos (CEPAUR), hoy desaparecido, desde el cual junto a Antonio Elizalde y Martin Hoppenhayn publica El Desarrollo a Escala Humana (1986). Libro en el cual desarrolla la tesis de que el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos.

Max-Neef señala que aceptar tal postulado — ya sea por razones éticas, racionales o intuitivas — conduce a formular una pregunta fundamental: ¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo puede ser mejor que otro? A lo cual responde: el mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas. ¿Qué determina la calidad de vida de las personas?, se pregunta seguidamente. La calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas para satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales, es la argumentación a la pregunta anterior (Max-Neef, 1986, p. 36).

Destaca la idea de que la suposición que las necesidades humanas tienden a ser infinitas, están constantemente cambiando y varían de una cultura y período a otro, es producto de un error conceptual. Por el contrario, señala que las necesidades humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables. Argumenta que dicho error proviene de no establecer la diferencia entre lo que son necesidades propiamente dichas y los satisfactores de esas necesidades.

Va mucho más allá del tratamiento convencional de los enfoques de necesidades, en particular del Enfoque de las Necesidades Básicas (OIT, 1974) en cuya construcción metodológica participa. Al plantear que lo que cambia a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados (satisfactores) para la satisfacción de las necesidades. Estableciendo que las necesidades humanas pueden desagregarse conforme a múltiples criterios.

Para tal efecto, combina criterios de categorías axiológicas, con categorías existenciales, ordenadas en una matriz según los siguientes órdenes: del “ser” (atributos personales o colectivos), del “tener” (instituciones, normas, mecanismos, herramientas), del “hacer” (acciones personales o colectivas) y del “estar” (espacios y ambientes). Como necesidades axiológicas identifican a las de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad libertad. A las que posteriormente agrega la trascendencia.

Esos órdenes se refuerzan unos a otros. Las personas con escasas dotaciones iniciales de recursos, o bien en condiciones especiales o circunstancias particulares, como las que se derivan de las catástrofes, requieren de “apoyos” para llegar a ser, tener, hacer y estar. Es ahí, precisamente, donde juega un importante papel el estado de bienestar y la existencia de redes de protección social. En otro orden, el hecho de que las personas alcancen logros positivos en su “ser”, les potencia sus capacidades para tener, hacer y estar, siendo tal relación dialéctica y dinámica. Asimismo, el acceso a satisfacción de necesidades básicas de subsistencia, favorece alcanzar peldaños superiores de satisfacción en las necesidades de ser, del hacer y del estar.

En relación con los satisfactores distinguen entre: satisfactores violadores o destructores, como el armamentismo; seudo-satisfactores, como la medicina mecanicista; inhibidores, como el paternalismo; singulares, como la limosna; y la sobreprotección y sinérgicos, como el caso de la lactancia materna, que al mismo tiempo que satisface la necesidad de alimentación, estimula el proceso afectivo con la madre.

Los satisfactores violadores o destructores no sólo aniquilan la posibilidad de satisfacer una determinada necesidad, sino que imposibilitan la satisfacción de otras necesidades. Pueden provocar comportamientos humanos aberrantes y su atributo especial es la imposición. Los pseuso-satisfactores, como su nombre lo indica, estimulan una falsa sensación de satisfacción, pueden aniquilar en un plazo mediato la satisfacción de otras necesidades y generalmente son inducidos por la propaganda, la publicidad u otros medios de persuasión. Los satisfactores inhibidores, satisfacen e –incluso– pueden sobre satisfacen una necesidad, pero dificultan seriamente la posibilidad de satisfacer otras necesidades y suelen emanar de hábitos arraigados. Los satisfactores singulares, como también su nombre lo indica, apuntan hacia la satisfacción de una única necesidad; siendo neutros con respecto a otras, su atributo principal es que generalmente están institucionalizados. Los satisfactores sinérgicos, son aquellos que por la forma en que satisfacen una necesidad estimulan y contribuyen a la satisfacción simultánea de otras necesidades y su principal atributo es que generalmente revierten tendencias dominantes.

En una entrevista (Revista Fusión, 2004) reafirma esos conceptos, al plantear que esa economía, es de la diversidad, la interdependencia y la solidaridad. Es la economía que no confunde crecimiento con desarrollo y admite que el desarrollo tiene que ver con las personas y no con los objetos, reconociéndose como subsistema de un sistema mayor, que es la biosfera sin cuyos servicios ninguna economía sería posible. Es una economía que sin ser espectacular, apunta a la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales y está orientada por valores, en los que caben el afecto y la belleza.

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