Cuando leo “Mi vida con Stephen Hawking. Hacia el Infinito”.

Arlette Pichardo Muñiz
6 min readOct 30, 2015

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Por: Arlette Pichardo Muñiz

En el mes de febrero del año 2015, comentaba con mi hermano la metamorfosis sufrida por las salas de cine en San José de Costa Rica; primero azotadas por la proliferación del alquiler de video –también prácticamente desaparecido–, luego por la incursión del cable y más recientemente por la creciente oleada de las más diversas opciones en Internet. Ahora tímidamente en proceso de recuperación, bajo la forma de pequeños ambientes en el fenómeno urbano del Mall.

En eso nos percatamos que la Sala Garbo, un icono de la exhibición cinematográfica de la década de 1980, estaba proyectando la película “La TEORÍA Del TODO”. Anunciada como la vida de Stephen Hawking, más bien se trata de la vida de Jane, su primera esposa, junto a él. Ella misma así titula el libro de su autoría, en el que se basa la película y al que nos referimos en una especie de reflexión en voz alta en Cuando leo…

Atraídos por el reconocimiento de la genialidad de Hawking y sus aportes a la llamada nueva Física, la nominación en cinco rubros de la película al Premio Óscar de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, que luego lograra la premiación de Eddie Redmayne como mejor actor interpretando a Stephen, y bueno también en honor a la remembranza del San José de décadas anteriores nos acercamos a ver la película. Dado que coincidía justo ese con la proyección de un espectáculo de otra naturaleza, la exhibición de la película había sido suspendida. Pasaron días y cuando volvimos a retomar la intención de verla, ya no estaba en cartelera.

Por eso, cuando en la Tienda de Libros FNAC, en Madrid, tuve frente a mi una portada con la siguiente inscripción: “La TEORÍA Del TODO”, de inmediato puse mi atención en el libro y ni por un momento dudé que debía comprarlo.

Pasaron varios días hasta encontrar el momento para empezar a leerlo. Cuando lo hice me di cuenta de que la portada que había atraído mi atención, se trataba más bien del nombre de la película. El truco publicitario había surtido su efecto, aunque de todas maneras lo hubiera comprado, obviamente que captó más rápido mi atención la doble portada que cubría totalmente el título original del libro.

Cuando leo…”Mi vida con Stephen Hawking. Hacia el Infinito”, página tras página, en un libro tan intenso como la historia que relata, Jane nos conduce por la complejidad de los senderos de su vida con Stephen y nos hace traslucir hacia el infinito, según sus propias palabras.

La adolescente enamorada que decide unirse en matrimonio con su prometido, a contrapelo del diagnóstico de una enfermedad degenerativa incurable y el pronóstico poco alentador de que él no viviría más de dos años (aunque su muerte ocurre en el 2008, a los 76 años de edad).

La recién casada que se vale de trucos para hacer rendir los cincos y hacerlos alcanzarlos hasta el fin de mes (la simpática narración de la complicidad con el carnicero, es una hermosa muestra).

La madre que tiene que aprender a compaginar el amamantar a un bebé, con cuidar del marido en progresiva pérdida de movilidad física.

La organización de la vida doméstica, mientras hace de chofer, cocinera, niñera y cuidadora de salud (por algo cada vez más los estudios de calidad de vida incorporan el estudio de cuidadores de salud).

Las enfermedades (suyas, del marido y de los hijos), la familia (propia y política), las necesidades de adaptación de las viviendas y las mudanzas (con las vicisitudes que ellas acarrean), las exigencias del trabajo doméstico (y la maravilla de la tecnología a su alcance), las preocupaciones políticas (la Guerra de Vietnam primero y los constreñimientos de la política económica durante el mandato de la Thatcher después), el desasosiego por la escasa conciencia de los derechos de las personas con discapacidad y la gratificación del reconocimiento público in crescenso.

Las penurias económicas iniciales, las solicitudes de apoyo a las entidades académicas, a las instituciones de salud, al seguro médico, a la Fundación Mc Arthur y siempre el recurso de la familia.

Y, de pronto, la fama deja atrás las vicisitudes económicas, pero la enfrenta a las demandas de la prensa y a los reclamos de una estructura de servicios. Una estructura “a sus pies”, entorpeciendo su mente; encima al precio más alto: la pérdida total de privacidad.

Las trilogías, la separación, el divorcio y el epílogo de la amistad sempiterna…

Así, Jane nos da permiso para entrar y compartir cada momento de su vida cotidiana, desde que era una niña y durante los 25 años de su matrimonio con Stephen Hawking, nos conduce una y otra vez a lo largo del recuento de sus vivencias y nos hace recordar de múltiples formas que la vida no es simple, la vida es compleja.

Nos lleva de la mano, como dirían Aries y Duby (1982), por lo íntimo, por la sensibilidad, por la sociabilidad, por los afectos y por la indagación de las representaciones sociales del amor, de la pareja, de la niñez, de la sexualidad, de la familia y del honor…

Al principio al menos secaba los platos, dice en algún momento para dar cuenta de un marido ausente de las tareas domésticas, plenamente justificado ante el progresivo avance de la parálisis, producto de la debilidad muscular proveniente de la enfermedad que afecta a las neuronas motoras y que recién se empieza a conocer más sobre sus causas.

De repente se quedaba en silencio todo el fin de semana mientras daba forma a una ecuación, dice en otro momento; indiferencia dispensada ante una mente prodigiosa y privilegiada.

Quizás si ella hubiera leído a John Gray en “Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus” hubiera transitado por caminos menos dolorosos, especialmente ante la interferencia de la “diosa” física, como le llama (http://www.elperiodico.com/es/noticias/ocio-y-cultura/jane-hawking-stephen-fue-cruel-conmigo-pero-siento-rencor-3879879/).

Una prosa excelentemente escrita que nos deleita y nos transporta en un exquisito viaje del conocimiento de la autora por la cultura española, haciendo honor a su pasantía juvenil y a su doctorado en lenguas romances.

Cada detalle cobra un sentido particular y, al mismo tiempo, se engarza haciendo gala de un versátil y amplio manejo de la cultura universal. Tal parece que sí puede ser más útil que “recoger guijarros en la playa”, la forma irónica que ella relata usaba su marido para hacer referencia a sus estudios.

De seguro ella no leerá estás páginas ni tan siquiera tendrá noticias de que existen. Por tanto, no se enterará que en algún lugar del mundo su valor es reconocido. Y, en ella, el de millones y millones de mujeres que transitan por situaciones similares, aunque quizás no acompañadas de la genialidad, como tampoco de medios económicos.

Recomiendo leer este libro con la seguridad que disfrutarán su lectura tanto como yo, por eso no he sucumbido a la tentación de contarles más detalles de la trama.

Publicado con el apellido Hawking, mejor vendido envuelto en el cartel de la película “La TEORÍA Del TODO”, que hizo de su proponente uno de los científicos más consentidos de esta época, es una muestra más de que las iniquidades de género pueden seguir vuelo hacia el infinito, aún brillando con luz propia, en su publicación Jane sigue a la sombra del genio del que fuera su esposo.

Cuando leo … Mi vida con Stephen Hawking. Hacia el infinito, me doy cuenta de muchas cosas, especialmente de que, más allá de la lógica o la razón, el amor como fenómeno relacional, como dice Humberto Maturana, es el gran misterio de la Teoría del Todo.

Nota. La primera versión, en forma más amplia, fue publicada en 1999, bajo el título de Music to Move the Stars (Mc Millan: Londres). En el 2007 se publica Travelling to Infinite. My life with Stephen (Alma Books Limited: Londres). La edición en español coincide con el estreno de la película. El guión fue escrito por Anthony McCarten y está disponible en http://gointothestory.blcklst.com/wp-content/uploads/2014/11/Theory-of-Everything-The.pdf

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