Cuando leo “EvalEvolución: ¿Cómo las innovaciones están transformando el Oficio de la Evaluación en América Latina y el Caribe?

Arlette Pichardo Muñiz
11 min readJun 9, 2022

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Por: Arlette Pichardo Muñiz (*)

Cuando leo “EvalEvolución: ¿Cómo las innovaciones están transformando el Oficio de la Evaluación en América Latina y el Caribe?”, es el título de la invitación que me cursaran para ser parte del Evento de Lanzamiento de la Semana gLOCAL de Evaluación 2022.

Honrada y agradecida con la invitación, que aceptamos en nombre de quienes hacemos de la evaluación un oficio por y para la transformación social. En esta oportunidad, les dejamos una versión ampliada de nuestra disertación.

Permítanme empezar contextualizando, brevemente, el destacado en el título. América Latina y el Caribe es un espacio singular. Pero, todos los espacios son singulares.

La singularidad de esta Amerindia nuestra, como le llama Darcy Ribeiro, es que somos un territorio de convergencia en la solidaridad, con población mestiza, pueblos indígenas y raíces afro descendientes, con profundas desigualdades económicas, sociales y culturales, en lucha permanente por la democracia política y el respeto a los derechos. Tras la institucionalidad pública, la sostenibilidad ambiental, la inclusión de género e intergeneracional, intercultural y de minorías (Pichardo, 2004).

En esta singular pluralidad, la evaluación, a diferencia de su cuna de origen y su cruce al atlántico, ha nacido en y de la práctica, desde ahí hemos ido aprendiendo a aplicar/replicar enfoques y día con día construimos nuestros propios modelos y referentes de evaluación.

La palabra “innovación” viene del latín innovatio, -ōnis:´acción y efecto de innovar (https://dle.rae.es/innovar)= mudar, o alterar algo, introduciendo novedades (https://dle.rae.es/innovar?m=form). Sus principales componentes léxicos son In- (penetración, estar en), novus (nuevo). Etimológicamente, se aproxima a ´renovar, mejorar´ (http://etimologias.dechile.net/?innovar).

Las innovaciones, de cualquier naturaleza que éstas sean, emergen de procesos de generación, acumulación y socialización de información, experiencias y conocimientos, tanto explícitos como tácitos. Esto último para decirlo en lenguaje de Michael Polanyi (1969).

Entonces, cuando hablamos de innovaciones, tenemos que colocamos más allá del enfoque centrado en la especialización tecnológica (Schumpeter, 1967/1912).

En términos teóricos, en materia de innovaciones, Lundvall y Johnson, colegas y amigos de la Universidad de Aalborg en Dinamarca, nos invitan a plantearnos una batería de preguntas: saber ¿qué?, saber ¿por qué?, saber ¿quiénes? y saber ¿cómo?. Tales preguntas podemos asimilarlas a la evaluación.

El saber qué, vinculado con los hechos. La principal fuente de innovaciones proviene del llamado movimiento de políticas basadas en evidencias. Un movimiento si bien oriundo en el norte, su incidencia en el sur ha sido objeto de notables aplicaciones y adaptaciones.

El saber por qué, se articula con atributos claves que regularmente usamos en procesos de evaluación. Por ejemplo: pertinencia, efectividad, sostenibilidad, entre otros. Y, ahí las innovaciones provienen fundamentalmente de lo que hemos llamado la profesionalización de la evaluación en procura de la adopción de instrumental para la recolección de información, la sistematización y el estudio de la misma en forma cada vez más sofisticada, incluidos los usos de las técnicas estadísticas y la econometría.

El saber quiénes, se refiere a quién sabe qué y para quién o para qué lo sabe. Las innovaciones en este ámbito, están directamente vinculadas con el posicionamiento ético de cómo ejercemos el oficio de la evaluación. Hemos evolucionado desde asumir las partes interesadas como meras informantes, hasta dilucidar y poner en práctica roles más activos y dinámicos.

El saber cómo, trae a la memoria a Amartya Sen (Nussbaum y Sen, 1993). Las capacidades (humanas e institucionales), en términos sencillos, se vinculan con el conjunto de habilidades (actuales o potenciales) de las personas, para lograr ser y hacer cosas, que por alguna razón se consideran socialmente valiosas. Lo que efectivamente logramos llegar a ser o hacer son los logros individuales y colectivos.

El saber qué y el saber para qué, como en todo proceso de indagación, generalmente proviene de la literatura e informantes claves y las bases de datos. Mientras que, el saber quién y el saber cómo, traspasan esos límites, pues son parte de la práctica social, del sentido de comunidad y pueden emerger desde el conocimiento tácito (recordando de nuevo a Michael Polanyi).

Y, es precisamente, esa práctica social la que reditúa el aprendizaje; pues el aprendizaje es esencialmente una acción colectiva.

De ahí que, el engranaje de saberes dentro de la lógica de innovaciones se mueve, por excelencia, por la interacción entre actores. Las “reglas del juego” en las relaciones (formales e informales) se constituyen en factor fundamental que mueve la identificación, diseminación, difusión y adopción de las innovaciones en general. La evaluación no tendría por qué ser la excepción.

Es por ello que, desde las múltiples perspectivas para preguntarnos ¿cómo ha evolucionado la evaluación en América Latina y el Caribe? hemos escogido acercarnos o aproximarnos desde las Capacidades Nacionales de Evaluación, que va más allá de los sistemas nacionales de evaluación, en su forma de institucionalización, en y desde el sector público.

Partiendo del Índice de Capacidades Nacionales de Evaluación (INCE) (FOCEVAL, 2021), una innovación en sí misma. A manera de ejemplo, en la dimensión estructura institucional, el indicador entidad u organismo responsable de la función evaluativa, muestra una ventana de oportunidades, como también de riesgos a mitigar.

En efecto, para mencionar solamente una línea de evolución, hemos pasado desde los esfuerzos iniciales del Sistema de Evaluación y Control del Gobierno Central en Chile, la instauración del Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL) en México y la creación del Sistema de Información, Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales (SIEMPRO) en Argentina, a la Agenda Nacional de Evaluación en Costa Rica, la multiplicidad de estructurales sectoriales en Perú y otros países, estrellas nacientes en Sistemas de Monitoreo, Seguimiento y Evaluación en la Secretaría General de Planificación (SEGEPLAN) en Guatemala y en el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) de República Dominicana y una promesa compartida de la creación de un Sistema Nacional de Evaluación en Paraguay, entre otras iniciativas de interés.

Asimismo, hemos tenido una evolución notable en la capacidad de respuesta, vista por medio del indicador de programas e instancias de formación y capacitación especializada en evaluación.

Con base en una compilación que realizamos en el año 2021, para ese momento ya en 14 países de la región teníamos programas de especialización, postgrados y maestrías en evaluación. Destacando Chile con la mayor oferta, Argentina por un marcado énfasis en evaluación de política pública y México por su amplia cobertura. Tales programas, en general , muestran diversidad de aproximaciones de enfoques teórico-metodológicos, con apertura variada, formalidades de ingresos diversas, duración media alta y abiertos a diversas disciplinas de estudio. Esto sin contar la multitud de carreras, de grado y posgrado, que incluyen evaluación como asignatura.

En forma similar, al 2022, en prácticamente todos los países, con independencia de sus niveles de desarrollo, contamos con asociaciones de profesionales en evaluación (mejor conocidas como VOPEs, del inglés Voluntary Organizations for Professional Evaluation). Así lo atestigua el despliegue de la Red de Seguimiento, Evaluación y Sistematización de Latinoamérica y el Caribe (ReLAC) (https://www.relac.net/)

En fin, con involuciones y saltos adelante, y quizás no tan rápido como nos gustaría y con orientación hacia una pluralidad de sentido, podemos afirmar que hemos evolucionado en la evaluación desde un ámbito relativamente inexplorado a la vigencia actual con legitimidad institucional y social. En y desde la práctica con aportes notables a campos de conocimientos como la desigualdad, la pobreza y la inclusión, la mejora de la administración pública, entre muchos otros, con perspectiva de género y enfoque de derechos, para mencionar tan sólo algunas aproximaciones (Pichardo, 2019).

Evaluar ¿qué? Podríamos decir que hemos evolucionamos desde la evaluación centrada en proyectos de inversión como unidad de atención con valoración en indicadores financiero-económicos, a la evaluación de la cobertura o alcance de proyectos y programas de desarrollo, y de ahí a la pertinencia, eficacia, eficiencia, efectividad y otros criterios de evaluación, tales como los cambios o variaciones en grupos de interés y la calidad de los servicios prestados. Nos dirigimos hacia la evaluación de políticas públicas y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) (Pichardo, 2018). Empezamos a caminar hacia la tarea pendiente: evaluar la articulación entre políticas y nos asomamos hacia la evaluación de leyes y regulaciones.

Evaluar ¿para qué? Desde la multiplicidad de propósitos, hemos evolucionado de la evaluación para asignación de recursos bajo criterio económico de escasez, a la fiscalización en el uso de los recursos y de ahí a la evaluación del desempeño y el control de la ejecutoria, abriendo paso a la rendición de cuentas, la evaluación concurrente y los informes de progreso, los estudios de línea base y en los intersticios al monitoreo y el seguimiento, como prácticas inherentes a la evaluación. Nos encaminamos, quizás a paso lento, pero seguro, en la diferenciación con prácticas conexas o afines a la evaluación (supervisión o inspección, fiscalización, contraloría, auditoría, veeduría, acreditación, certificación, regulación, entre otras).

Evaluar ¿para quiénes? Como hemos venido planteando en otras intervenciones, el llamado a Democratizar la Evaluación. Esta evolución la podemos resumir en una oración que aparece en la Nota Conceptual del tema central de la Semana gLOCAL de Evaluación 2022: “Un cambio estratégico de donantes a actores locales”. Vale decir, desde la comunidad de cooperantes al interés de actores nacionales, institucionales, organizativos. Contexto en el que estamos retomando la evaluación en el llamado tercer sector, una figura que desarrollamos hace ya algunas décadas. Y se empieza a recuperar el sentido esencial de la evaluación de impacto, en tanto forma particular de valorar cambios o variaciones en población meta, contexto institucional y organizativo y societario.

Evaluar ¿cómo? Gracias a las innovaciones, en su forma más amplia, el ámbito con evolución más notable. Permítanme decirlo en forma sencilla y en pocas palabras: del informe de evaluación como una “suerte” de opiniones expertas, a la investigación evaluativa como base para la evaluación. Así destacado y esperamos caminar hacia formas alternas de presentación de informes de evaluación, más allá de la narrativa en forma escrita.

Hasta aquí, el gran desafío que tenemos por delante es cómo integrar a toda la comunidad evaluadora y a quienes día con día se suman a ella, en el conocimiento y reconocimiento de estos y otros recorridos de la evolución de la evaluación. Parafraseando, “que nadie se queda atrás” para seguir caminando, porque juntas y juntas llegamos más lejos.

¿Cómo las innovaciones están transformando el oficio de la Evaluación en América Latina y el Caribe? De múltiples y variadas maneras estamos asistiendo a innovaciones diversas, tanto en el plano instrumental, como epistemológico, y más aún con innovaciones humanas (preferimos llamarle de este modo más genérico, para evitar las disyunciones hacia visiones de compartimientos “estancos”).

En cuando a las innovaciones instrumentales, aunque todavía en forma incipiente y ojalá de pronta generalización, destacan los usos de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) y la captación de imágenes mediante Tecnologías GeoEspaciales. Su contribución es notable en visualizar el territorio en el oficio de la evaluación, permitiendo el manejo de manera notable de gran cantidad de información espacial.

En este nuevo mundo globalmente interconectado, cada vez tenemos más y más ejemplos de innovaciones útiles al oficio de la evaluación. En los usos (y a veces también abusos) de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) y las redes sociales. La recolección y transmisión de información en tiempo real que acercan distancias y mejoran costos, en particular el trabajo remoto o a distancia, profundizado en el confinamiento domiciliario por el Coronavirus. Experiencias de aprendizaje que compartimos ampliamente en la Semana de Evaluación 2021.

De modo que se podría decir que estamos incorporando el oficio de la evaluación en el poder computacional, más allá de modelos, ecuaciones y algoritmos, con aplicaciones informáticas no tradicionales para manejar archivos de información caracterizados por las 5 V: volumen, velocidad, variedad, veracidad y valor agregado.

La revisión bibliográfica con búsquedas en Scope utilizando bibliometrix y el análisis de textos con base en softwares especializados, para hacer lo que antes hacíamos “a pie.

Las estructuras de microservicios de data center, el análisis de datos mediante asociación, minería de datos y cluster (agrupamientos con eslabones).

La interoperabilidad entre sistemas transversales y de apoyo, para reducir tiempos de operación y de respuesta.

La Big Data para manejar grandes volúmenes de información que permiten modelar patrones de comportamiento, la machine learning (sin olvidar que son las personas las que aprenden y porque las personas aprenden cada día tenemos máquinas con mayores alcances) y la Data Sciences (o ciencia de datos) que hoy en día se empieza a ofrecer como una especialización para el estudio de información.

Innovaciones instrumentales todas éstas que nos llevan de vuelta a la precisión y la oportunidad, requisitos básicos de la recolección y análisis de información en procesos de evaluación.

Estamos mejorando y ampliando los posicionamientos epistemológicos en la evaluación, sin dejar de decir en ocasiones con traslape o yuxtaposición de enfoque, sin duda un ámbito de mejora continua, tanto en las aproximaciones desde la visión convencional de la ciencia, como de incursiones en paradigmas emergentes desde el holismo y la complejidad.

El gran desafío es que los temas de “moda” (que siempre los hay en toda época) no rebalsen el oficio de la evaluación y las técnicas no reemplacen a la evaluación como método de trabajo.De ahí la importancia de las innovaciones humanas.

Tenemos innovaciones institucionales para observar y aprender, como la Plataforma Nacional de Evaluación en Costa Rica o la Agencia Nacional de Evaluación que actualmente se discute en Argentina.

Incursiones novedosas para re-humanizar los procesos de evaluación, una mirada desde la logoterapia y otros instrumentales de estudio del comportamiento de las personas.

Un panorama halagador y de largo alcance, y sobre todo y ante todo un escenario optimista, porque nace de nuestros recorridos en y de la práctica y de la confianza en quienes ejercemos el oficio de la evaluación con convicción. Motivación ésta para avanzar sin pausa, con compromiso profesional y responsabilidad ética, en innovaciones para seguir transformando el Oficio de la Evaluación en América Latina y el Caribe.

Permítanme cerrar recordando que, un rasgo particular de las innovaciones es que se trata de procesos de naturaleza acumulativa. Las innovaciones no son circunstancias aisladas, producto de la mera casualidad, ni surgen cual si fueran una especie de generación espontánea. Requieren de un detonante que las jalone. Y ese detonante, es el aprendizaje.

Así, innovación y evaluación conforman un círculo interactuante de mutua interrelación. Basta con ver el programa completo de la Semana gLOCAL de Evaluación 2022 (https://glocalevalweek.org/es).

(*) La autora desea dejar constancia de su reconocimiento a la RedEVALCR, con quienes tuvo la oportunidad de conversar inicialmente sobre las ideas-fuerza desarrolladas en esta disertación.

Referencias:

FOCEVAL (2021). Índice de Capacidades Nacionales en Evaluación. Documento de Trabajo. Fomento a las Capacidades de Evaluación en Costa Rica y otros países latinoamericanos.

Lundvall, B.-A. (1992). National System of Innovation. Editor Printer Pubhishers.

Lundvall, B.-A. y Johnson, B. (1994). The learning economy. Journal of Industry Studies, Vol. 1. Universidad de Aalborg Dinamarca.

Nussbaum, M. y Sen, A. (1993). The Quality of Life. Clarendon Press.

Pichardo, A. (2004). 12 ensayos de Economía y Sociedad. Colección del Banco Central de la República Dominicana. Departamento Cultural.

Pichardo, A. (2018) (autora y compiladora). La Evaluación frente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con énfasis en América Latina y el Caribe. Universidad Nacional/Centro Internacional de Política Económica para el Desarrollo Sostenible (UNA/Cinpe). Proyecto Fomento a las Capacidades de Evaluación en Costa Rica y otros países latinoamericanos (Foceval). Red de Seguimiento, Evaluación y Sistematización de América Latina y el Caribe (ReLAC). Editora Maya.

Pichardo, A. (2019). La Evaluación. Una mirada desde América Latina y el Caribe. En Revista Perspectivas de Políticas Públicas, Vol. 8, n.o 16 (enero-julio 2019). Pág. 441- 468. Universidad Nacional de Lanús (UNLa).

Polanyi, M. (1969). Knowing and Being. Chicago, Estados Unidos de América: The University of Chicago Press.

Schumpeter, J. (1967). Teoría del desenvolvimiento económico. La obra original publicada en alemán es de 1912.

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Arlette Pichardo Muñiz
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